Midoriya Inko no era la mujer más astuta y avispada del mundo, pero aun así ella sabía que algo le sucedía a su hijo. Sabía que los moretones y heridas que a menudo aparecían por el cuerpo del chico no eran hechos por accidentes casuales durante las prácticas de deportes, sabía que el joven era acosado por no tener su magia como el resto por mucho que este dijera que todo estaba bien y que no había ningún problema. Inko no necesitaba ser un genio para saber que la mirada de apagada de su único hijo era por la infelicidad con la que convivía cada día, sólo por el simple hecho de ser diferente.
Y se culpaba, se preguntaba así misma ¿Por qué tuvo que ser así? Tanto ella como su esposo poseen magia, él tiene el poder de escupir fuego y la mujer puede mover objetos pequeños, no eran grandes habilidades pero heredar una de ellas le hubiera ahorrado a Izuku toda una vida de martirio y pesar, sin embargo la suerte dictó que su hijo naciera con un defecto entre un millón y ella sólo pudiera sentirse frustrada. Ir a la escuela para tratar con el bulling constante a la larga sería peor, hablar con Izuku sólo la llevaba a rodeos y negativas, al final sólo puede intentar animarlo con una sonrisa y un plato de comida cuando este regresaba de un fatigado día.
Sin embargo hoy era diferente, estaba pasando la aspiradora en la sala de estar al medio día cuando Izuku llegó, todavía con el saco de ropa para los pobres en su espalda, ella extrañada le preguntó porque lo traía de vuelta y el chico entre balbuceos le dijo que la caridad a la que iba a donarlo se encontraba ausente, cuando se disponía a hacer más preguntas el muchacho salió corriendo a encerrarse a su cuarto.
Inko pestañeaba confusa con el aparato de limpieza todavía encendido en sus manos, hoy, a diferencia de casi todos los días, Izuku no vino con una mirada opaca de resignación sino que tenía un brillo extraño que no sabía cómo describir.
A los siguientes días el muchacho estuvo encerrado la mayoría del tiempo encerrado en su cuarto, sólo salía para comer o ir al baño, siempre evadiendo sus preguntas. Se estaba empezando a preocupar.
En la noche estaba durmiendo plácidamente cuando escuchó un grito y unos ruidos provenientes de la cocina que la alertaron estrepitosamente, en pantuflas y camisón corrió por el corredor, contempló leves destellos que entre parpadeos iluminaban la oscuridad. Cuando llegó encendió la luz, escuchó un ruido sordo y vió a Izuku sonriéndole nervioso y apoyando su brazo en un colador que estaba curiosamente boca abajo.
—M-Mama, creí que estabas dormida.
—Los ruidos me despertaron—Observó el desorden del alrededor y regresó la mirada a su hijo—¿Qué estás haciendo?
El muchacho empezó a tartamudear y a juguetear con sus dedos, verlo así le recordaba a ella misma de joven, también era tímida y no podía socializar bien ¿La inseguridad será hereditaria?
—¡Un proyecto para la escuela! Ya casi lo termino…—Desvió la mirada por un momento meditativo. Inko lo veía extraño, y bajo la mirada al colador que mantenía firmemente boca abajo en el mesón, a través delos pequeños agujeros detectaba unos casi imperceptibles destellos naranjas.
—Ummm… ¿Quieres que te ayude?
—¡Oh! ¡No es necesario! Ya casi termino, además debes estar cansada, ve a dormir, prometo ser más silencioso y limpiar todo cuando termine—Dijo con una sonrisa para tranquilizarla, objetivo que no logró ya que la mujer no podía estar más intranquila.
Al final tuvo que retirarse de nuevo a su cuarto, escuchando algunos ruidos de la cocina aunque ahora más prudentes.
En la mañana ella se dirigió al cuarto del chico con la intención de llamarlo como todos los días, pero no recibía respuestas. Abrió la puerta y con sorpresa se encontró con que no estaba el joven no estaba en su cama.
—Mama—La voz de Izuku se oyó desde la entrada, lo encontró sentado poniéndose el calzado—buenos días—saludó mirándola brevemente con una sonrisa.
—Buenos días ¿A dónde vas?—Observó de pies a cabeza al muchacho, llevaba ropa deportiva celeste y dos cantimploras.
—Iré a trotar—La sorpresa se reflejó en el rostro de la mujer.
—¿Por qué?
—Falta poco para los exámenes de ingreso de UA debo estar listo para entonces.
Inko tragó grueso ante sus palabras, era muy consciente que en UA sólo clasificaban a los más fuertes, y aunque se sintiera la peor de las madres, sin magia sabía que era imposible que Izuku clasificara, pero aun así no tenía el corazón para decírselo, aunque tenía miedo de ver la decepción total en el rostro de Izuku cuando no lo logre no podía apagar sus ilusiones con la cruel realidad cuando ve ahora lo mucho que se esfuerza.
—¿N-No quieres desayunar antes? No está bien hacer ejercicios sin llevar algo en el estómago, los nutricionistas dicen todo el tiempo que eso puede generar desmayos, y puede degradar la salud, y además un médico extranjeros de esos aportó que…—Tanto madre e hijo tienen la costumbre de divagar a la hora de brindar información. Izuku la miró y sonrió ampliamente a lo que ella calló con sorpresa.
—No te preocupes, ya comí. Regresare a la hora del almuerzo ¡Nos vemos!—Se despidió con energía bajo la sorpresa de la mujer.
Izuku se veía confiado y esperanzado.
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Izuku llegaba a esa zona desierta del bosque al que nadie iba. Cuando sucedió aquello lo primero que hizo fue buscar a Lyon, cargado con preguntas que seguramente el peli naranja respondería, sin embargo el lugar estaba desierto, sin flores destellantes ni ningún rastro de que alguna vez estuvieron allí, pero eso no lo detuvo. Sabía que el hecho de que hubiera podido mover la arena en una ráfaga tenía que ver con que el polvillo se hubiera vuelto anaranjado, con cuidado guardó los restos en un pañuelo y lo escondió con mucho esmero en una caja pequeña de dulces.
Primeramente buscó todo tipo de información en internet, descubrió que hubo muchos intentos de manipular y adulterar el polvillo pero este cuando mostraba algún cambió terminaba por desvanecerse y la flor solar que lo produjo marchitándose. No halló ningún dato de que el polvo se tornara de otro color ni nada por el estilo, al final tuvo que investigar y experimentar por su cuenta.
Decidió poner la flor en una cacerola de sopa grande y vigilarla con exhaustividad para poder controlar las grandes cantidades de polvillo que generaba.
Hizo un pequeño experimento con tres tazas, la primera contenía polvillo dorado, la segunda arena de la playa, y la tercera los pocos restos del polvillo anaranjado.
Primero espolvoreó el polvillo dorado en su dedo índice, lo puso sobre la arena de playa y no sucedió nada, arqueó una ceja confuso, y ahora intento lo mismo con el polvo naranja, tuvo que reprimir un grito al ver como la arena se movía en un mini torbellino alrededor de su dedo. El polvillo tenía primero que cambiar de color antes de poder usarlo, y ahora el problema es que ¿Cómo demonios había hecho para tornarlo anaranjado?
Y rememoró una y otra vez los sucesos con aquel hombre que intentó robarle y la ráfaga de arena, pero es que todo sucedió tan rápido que le costaba procesarlo, su mano sudada con los restos de polvillo naranja en ese momento fue su única pista.
Una noche lo descubrió, al calentar el polvillo con la arena en un sartén pudo tornarse naranja, Izuku en su euforia tiró algunos trastos y casi le da un infarto cuando su progenitora encendió la luz, él en un rápido reflejo escondió su éxito bajo el colador y por suerte la mujer no se dió cuenta.
Y ahora, mientras abría una de las cantimploras revelando el polvillo naranja como contenido, a Izuku le corría por la cabeza la idea más loca y arriesgada que se le pudo haber ocurrido, pero estaba más cuerdo y decidido que nunca, al fin podía ver que su sueño no era tan imposible como creía, distinguía al fin esa leve haz de luz que tanto deseaba.
Espolvoreó parte del polvillo en su mano derecha, colocó el recipiente a un lado y fijó su mirada en el montículo de tierra, y en un impulsó como si de empujar se tratara, movió su brazo hacia delante y en una ráfaga se llevó por delante un árbol, el tronco cayó por delante en picada de manera estruendosa, chocando contra el suelo, tragó grueso pensando en la posibilidad de que alguien lo haya escuchado pero a la final sonriendo con felicidad y realización pura.
No sabía si quiera si lo que estaba haciendo era legal y ni qué tipo de consecuencias traería si alguien lo descubriera. Pero estaba seguro de una cosa, si quería ir a la academia UA y realizar su sueño de ser un brujo como All Might, el polvillo era su única oportunidad.
Continuará...
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